explora su papel en el misterio de Cristo y de la Iglesia. El papa Pablo VI, que también profesaba una profunda devoción a la Madre de Dios, vio en ella "la síntesis más amplia de la doctrina mariana jamás
situación social y económica del país, como en muchos otros países del mundo, la Iglesia ha seguido siendo una fuente de vida y un lugar de esperanza para el pueblo malgache", concluyó el director nacional de las
papa Pío XII publicó su encíclica sobre el Corazón de Jesús —explicó—, algunos dijeron: «Pero esto es una cosa para religiosas»". E inmediatamente agregó: "Quizás las religiosas lo entiendan mejor porque son
de lejos los episodios de la vida de su Hijo, María participa del drama de sentirse rechazada por una parte del Pueblo Elegido. Manifestado desde su visita a Nazaret, este rechazo se hace cada vez más
oraciones con mucha frecuencia hasta aprenderlas de memoria. También podemos venerar a María cultivando una vida interior similar a la de Ella. María meditó, es decir, reflexionó sobre los acontecimientos de
podría haber sido de otra manera. Dios es silencioso. ¿Cómo podría María no haber estado en silencio? Una criatura que había vivido tanto tiempo con el Creador no podía hablar mucho; su corazón estaba lleno
de cada misterio, el fruto a meditar y las resoluciones a tomar para que la oración, lejos de ser una actividad pasiva, se convierta en un momento de toma de decisiones para pasar a la acción. Pero, ¿por
durante este retiro que traté de confrontar a Dios con toda la humildad que podía tener en ese momento; una gracia de humildad que Dios me concedió en ese momento, y dije: “Está bien, estoy aquí, ya has dado
sitúa entre nosotros, que vivimos desterrados del Cielo, y Cristo glorioso, ya en el cielo. Hay, pues, una conciencia de la función mediadora de María. El sábado, Cristo languidecía en el sepulcro y los apóstoles
purgatorio, responderemos a un pedido particularmente querido por Nuestra Señora desde que lo hizo en cada una de las seis apariciones de 1917: el rezo diario del Rosario. Adaptado de: Yves de Lassus Fuente :