María pudo haber dicho que no, entonces algo diferente habría sucedido. Pero Dios supo desde la eternidad que Ella diría que sí, un sí totalmente libre. Con nosotros, Dios usa esta misma cortesía; no insiste;
atrevamos más a mirar hacia el cielo, Tú por medio de tus súplicas e intercesión nos salvas del suplicio eterno. Por eso el afligido en Ti se refugia, el que padece la injusticia a Ti recurre, el que está dentro
hoguera del amor más ardiente, va a la Esposa que es Amor esencial, Amor-Dios, infinito, inmenso y eterno. Así, según el Cantar de los Cantares: «El Bien-Amado de María es todo para ella, y María es toda
todo lo que me pertenece, sin excepción, según Tu voluntad para mayor Gloria de Dios y por toda la eternidad. Amén » San Luis- María Grignion de Montfort invita mediante este acto de consagración, a imitar
evitar el mal, a fin de hacernos dignos de su infinita misericordia durante nuestro tiempo y para la eternidad.
que hemos sido impregnados de la idea que María llevó en su vientre, amamantó, tuvo en sus manos al Eterno, bajo la forma de un pequeño niño, ¿qué limites podemos ponerle al oleaje, al torrente de pensamientos
podemos glorificarlo en nosotros mismos. Toda alma santa, dice san Agustín, puede concebir la Palabra eterna en sí misma, por medio de la fe; puede dar a luz en otras almas mediante la predicación de la Palabra [...] Dios, que han sido, son y serán en todo el universo. Porque si san Pablo nos asegura que el Padre Eterno nos dio todas las cosas al darnos a su Hijo, es indudable que, al entregarlo a su Madre divina, también
Pablo II escribió el 15 de agosto de 1988 sobre María: "Al comienzo de la Nueva Alianza, que debe ser eterna e irrevocable, hay una mujer: la Virgen de Nazaret". Y sobre José, el 15 de agosto de 1989: "El hombre [...] consigo toda la herencia de la Antigua Alianza, también fue introducido al comienzo de la nueva y eterna alianza en Jesucristo". Gracias, entonces, al "sí" de una mujer (María) y al "sí" de un hombre (José)
queremos, porque debemos realizar un acto libre en este sentido—, se les propone un destino divino y eterno. Pero no siempre lo sabemos con claridad. Trastabillamos con los giros y vueltas de la vida, para [...] ¡Acabar bien es lo que cuenta! Acabar en los brazos del Padre, encontrarse con su Reino de vida eterna, ¡es lo que salva! En el Reino solo estarán los rescatados por el Salvador. Sin embargo, hay un ser
verdadera Madre de un Dios que es Hijo y yo soy hija suya, aunque también su Madre. Él nació desde la eternidad y es mi Hijo, en ese momento yo también nací, sin embargo, soy su Madre. Él es mi creador y es mi [...] mi Hijo; yo soy su criatura y su Madre. Es un prodigio divino que mi Hijo sea un Dios Eterno y que me tenga como Madre. El ser es casi común entre Madre e Hijo, porque la Madre tiene el ser del Hijo y