Magníficat. ¿Qué significa esta palabra? ¿Qué es glorificar a Dios? ¿Podemos glorificar a aquel cuya grandeza y magnificencia son inmensas, infinitas e incomprensibles? De ninguna manera, esto es imposible e imposible para Dios mismo, quien no puede hacerse más grande de lo que es. No podemos glorificar, es decir, hacer que Dios sea más grande en sí mismo, ya que sus perfecciones divinas son infinitas, no pueden recibir ningún aumento en sí mismas; pero podemos glorificarlo en nosotros mismos. Toda alma santa, dice san Agustín, puede concebir la Palabra eterna en sí misma, por medio de la fe; puede dar a luz en otras almas mediante la predicación de la Palabra divina y ella puede enaltecerlo al amarlo verdaderamente, de modo que pueda decir: "Mi alma glorifica al Señor”. (…)
Observa que la Santísima Virgen no dice "glorifico", sino "Mi alma glorifica al Señor", para demostrar que lo glorifica desde lo más íntimo de su corazón y con toda la extensión de sus poderes internos. (...)
¿Cuál es esa alma que la Santísima Virgen llama “su alma”? Respondo a esto (...) que estas palabras incluyen en primer lugar el alma limpia y natural que anima al cuerpo de la Virgen santa; en segundo lugar, que el alma del Niño divino que lleva en sus entrañas, que está tan unida a la suya, que estas dos almas en cierto modo hacen una sola alma, ya que el niño que está en el útero materno es uno solo con su madre. Tercero, que estas palabras, "mi alma", marcan y contienen todas las almas creadas a imagen y semejanza de Dios, que han sido, son y serán en todo el universo.
Porque si san Pablo nos asegura que el Padre Eterno nos dio todas las cosas al darnos a su Hijo, es indudable que, al entregarlo a su Madre divina, también le dio todas las cosas. Debido a esto, todas las almas son suyas. Y dado que Ella no es consciente de esto y que también sabe muy bien que está obligada a hacer uso de todo lo que Dios le ha dado, para su honor y gloria, cuando pronuncia estas palabras, "Mi alma magnifica al Señor", mirando a todas las almas que han sido, son y serán, como las almas que le pertenecen, las abraza a todas para unirlas con el alma de su Hijo y la de Ella, y usarlas para alabar, enaltecer y magnificar a Aquel que descendió del cielo y que se encarnó en su matriz virginal para realizar la gran obra de su Redención.
San Juan Eudes, El corazón admirable de la Madre de Dios (1681): El Magníficat