22 de octubre - Rusia. N.S. de Kazan

El no limitó ni el número ni el tiempo

Jesús prometió que, en su Iglesia, se darían milagros más grandes que los que Él mismo había hecho, y no le puso límites ni al número ni al tiempo en que esos milagros se darían, de manera que mientras la Iglesia exista, veremos siempre la mano del Señor manifestar su poder por medio de hechos prodigiosos (...) Pero esos signos sensibles del poder divino son siempre el presagio de hechos graves que expresan sea la misericordia y la bondad de Dios, sea la justicia y su indignación, siempre para su mayor gloria y en beneficio de las almas. Tratemos que ellos sean para nosotros una fuente de gracias y de bendiciones, contribuyendo a suscitar en nosotros una fe viva, una fe activa, una fe que nos lleve a hacer el bien y a evitar el mal, a fin de hacernos dignos de su infinita misericordia durante nuestro tiempo y para la eternidad.

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