El 16 de septiembre de 1754, María Meneses de Quiñones, empleada doméstica de una familia burguesa, y su hija Rosa, sordomuda, regresaban a su casa en Ipiales, un pequeño pueblo del sur de Colombia, cercano a la frontera con Ecuador. El cielo amenaza, una tormenta es inminente. Cruzan un valle y llegan cerca de una cascada de ochenta metros de altura. El lugar es escarpado. Un poco más adelante, un relámpago rompe el silencio y comienza a caer una lluvia torrencial.
María y su hija buscan refugio entre las rocas. Rosa, que no ha dicho una palabra desde que nació, de pronto exclama: “¡Mamá, ven a ver a esta señora con un niño en brazos y acompañada de dos señores!”. María no sabe qué decir ni qué hacer: ¡su hija acaba de hablar! Toma la mano de su hija y camina con ella hacia la "silueta de la señora" iluminada por los relámpagos de la tormenta. Pero ella no ve nada. Le ordena a Rosa que se retire, y la pequeña se resiste: “¡Mamá, la Señora me llama!". Mucha gente se muestra incrédula ante la historia de Rosa.
Unos días después, María y su hija regresan al lugar de la aparición. Rosa siente entonces una fuerza misteriosa que la empuja a caminar hacia una cueva situada a unas decenas de metros de distancia. Su madre la sigue. Al llegar a la entrada, a ambas las invade un escalofrío: en la pared del fondo descubren pintada una imagen de la Virgen y el Niño Jesús, acompañados de dos hombres cuya identidad ni María ni Rosa conocen.
Se apresuran a ir a Ipiales y avisan al párroco, quien ahora les cree. Informada por el sacerdote, la población del pueblo acude a la gruta. La imagen misteriosa está ahí. ¡Es un milagro! El obispo fue rápidamente informado. Acaba de nacer la Romería de Nuestra Señora del Rosario.
A partir de entonces, la imagen pasa a ser el centro de todas las miradas. Los observadores notan que las dos figuras que rodean a la Virgen son santo Domingo y san Francisco de Asís, dos santos particularmente amados en Colombia. También vemos que la calidad de la imagen no se deteriora con el tiempo.
Entre 1916 y 1950 se construyó una basílica en la pared de la roca. La imagen milagrosa, inalterada desde hace 270 años, ubicada detrás de la basílica, es admirada por una ola de peregrinos, en particular durante las celebraciones en honor de Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas, la cual se celebra en el mes de septiembre. La Virgen, patrona de Ipiales, fue coronada a petición del papa Pío XII.