Para muchos atletas olímpicos, incluso para los que acceden al podio para recibir la medalla de oro, competir y ganar, por muy satisfactorios que sean, son menos importantes que su relación con Dios.
Según la religiosa que fue la directora de la escuela primaria Little Flower School en Bethesda, Maryland (Estados Unidos), el carácter de la superestrella de natación Katie Ledecky se fundamenta en la fe y la humildad. La joven saltó a la fama cuando inesperadamente ganó una medalla de oro a la edad de 15 años en los Juegos Olimpicos de Londres, en 2012. Desde entonces ha ganado seis medallas de oro más. Reza antes de las competencias, aboga por los refugiados y sirve comidas a personas sin hogar.
Katie Ledecky dijo a la revista católica estadounidense National Catholic Register en 2016 que a menudo reza un avemaría antes de sus competencias: "Me da paz saber que estoy en buenas manos".
“Nuestra devoción a María es muy hermosa”, añade Ledecky. "La Virgen María tiene un papel sagrado en el catolicismo, y su fuerte fe y humildad son cosas en las que podemos inspirarnos".
“Creo que la belleza del catolicismo está en su coherencia en medio del éxito y las dificultades”, dijo en 2016. “Siempre confío en mi fe para darme fuerza en el entrenamiento y en la competencia, pero también en la escuela, con mi familia y en la vida cotidiana. Si bien mis objetivos en la piscina han cambiado, mi fe sigue siendo la misma y algo en lo que siempre puedo confiar”.
Katie Ledecky es una de los 100 atletas estadounidenses que compitieron en los Juegos Olímpicos de París y que son católicos o asistieron a escuelas católicas, entre más de 10,000 atletas de 206 países que vinieron a París a competir en 32 deportes diferentes.