Cuando estaba embarazada de nuestro primer hijo, un análisis de sangre realizado alrededor de la semana 13, reveló que nuestro bebé tenía un 90% de riesgo de nacer con síndrome de Down. La primera y aparentemente única “opción” ofrecida por la consejera genética fue el aborto. Después de pedirle que no volviera a mencionarlo y tomada de la mano de mi esposo, miré a mi madre que nos había acompañado a la cita y le pregunté: "¿Qué hacemos? Ella respondió: "Vamos a rezar".
No sabíamos nada sobre el síndrome de Down y nos basamos en la información que nos brindó la consejera, quien describió un futuro difícil para nuestro bebé: grandes problemas de salud y estadísticas que, ahora que sé más, no siempre reflejan la realidad de las personas con síndrome de Down.
Mi ginecóloga debió pensar que yo era tonta cuando le dije que realmente no creía que nuestro bebé tuviera síndrome de Down y que la prueba estaba equivocada. Ella sonrió y asintió condescendiente, aunque probablemente no estaba de acuerdo conmigo.
Un día, un amigo compartió en Facebook un artículo sobre la Santísima Virgen María. En él se explicaba el poder de intercesión del santo Rosario ante Dios. Solo había rezado el Rosario una vez, en nuestra parroquia, durante una procesión con motivo de una fiesta mariana. Después de leer este artículo, mi esposo y yo comenzamos a rezarlo todos los días. Oramos para que se hiciera la voluntad de Dios y para que, si era su voluntad, que nuestro hijo se salvara de los terribles problemas de los que nos había hablado la consejera.
Fue entonces también cuando investigué qué es realmente el aborto. Aunque nunca lo consideramos, algo me obligó a investigarlo. Los horribles métodos que descubrí me hicieron cambiar completamente de rumbo respecto de mi anterior postura pro-choice y me volví irrevocablemente pro-vida. También comencé a usar la Medalla Milagrosa y a repetir la oración “Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti”.
Llegó el día en que nació nuestro bebé. Nuestro pequeño amor soltó un fuerte llanto cuando nació, ¡y no tenía síndrome de Down! Nuestro pediatra hizo analizar todos los cromosomas y mi obstetra no pudo darnos una explicación de por qué la prueba falló. Mi intuición era correcta.
“Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo levantar los ojos al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios” (san Pío de Pietrelcina)