La maternidad no se trata de perfección: se trata más bien de reconocer nuestras imperfecciones con un corazón amoroso, pedir perdón con frecuencia y estar abiertas al aprendizaje. De hecho, es una manera de dejar que Dios nos transforme.
En caso de duda, oremos. Mi propio método es buscar respuestas en la Sagrada Escritura y en las enseñanzas de la Iglesia. Intentemos poner a prueba esta teoría sobre lo que debemos buscar en la maternidad. ¡Tenemos nuestra propia pionera liderando el camino, en la mujer que crio al mismo Jesús!
María nos enseña a ser madres de una manera muy sencilla: la receptividad. “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lucas 2, 19). “Haced lo que él os diga” (Juan 2, 5). Y, por supuesto, sabemos que fue su alma, la esencia misma de su ser, la que engrandeció al Señor y se regocijó en Dios (cf. Lucas 1, 46).
Escuchamos muy poco de nuestra Santísima Madre en la Sagrada Escritura. Cómo me gustaría conocer todo lo que sucedió en los días escondida en Nazaret, el ritmo de sus mañanas, la calma de sus tardes. ¡Cómo me gustaría tener un relato de la Pasión a través de sus ojos para meditar! Solo tenemos 188 palabras dichas por Ella y, sin embargo, María nos enseña a ser madres de una manera muy sencilla: la receptividad. No necesitamos más que 188 palabras suyas: su ejemplo es más que suficiente.
Concebida sin pecado original y sin haber pecado nunca, María vivió una vida en total unión con la voluntad de Dios y plenamente receptiva a su amor. Gracias a su ejemplo, podemos pedirle que nos enseñe a recibirlo más plenamente, a amar sin egoísmos y a ser su rostro para los niños a nuestro cargo.
Nell O'Leary, 11 de mayo de 2024.
Extracto tomado de www.wordonfire.org