Seguramente muchas veces hemos escuchado el diálogo de la Anunciación (cf. Lucas 1, 26-38) entre una joven llamada María y el arcángel Gabriel, enviado por Dios. Un intercambio sobre el que todos podemos volver, pues se trata del momento capital de la alianza entre Dios y la humanidad.
Cuando María respondió: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), hubo un cambio fundamental —aunque parezca que nada cambió—. A partir de ese momento, el Hijo del Altísimo fue concebido en su seno. En ese instante se produce el gran milagro: Dios se hace hombre. El cielo estalla de alegría.
Esta escena nos revela el inmenso amor de Dios por sus criaturas, pero también cómo se apoya en la historia humana para realizar su plan de salvación. María nos muestra cómo Dios ama y respeta la libertad del hombre y cómo Dios desea que coopere para que la redención pueda seguir realizándose en todos los hombres.
«En ti también, oh María, la fuerza y la libertad del hombre ahora se manifiestan. Después de que tan gran designio fuera concebido, el ángel te fue enviado para anunciarte el mensaje de la decisión divina solicitando tu consentimiento. Y el Hijo de Dios no se alojó en tu seno antes de que hubieras dado tu consentimiento. Él esperaba a las puertas de tu voluntad que tú abriste a quien quería venir a ti; Él no hubiese entrado nunca si tú no le hubieras abierto la puerta al decir «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). La divinidad eterna llamó a tu puerta, oh María, pero si no le hubieras abierto las puertas de tu voluntad, Dios no habría tomado carne humana»*.
Nunca tendremos suficiente gratitud hacia la Santa Virgen por haber dicho sí al llamado de Dios.
Adaptado de: María Candela, Chemin, no 145
opusdei.org/fr/article/comme-dans-un-film-la-vocation-de-marie/
*Extracto de las Oraciones de santa Catalina de Siena, virgen y doctora (OR, XI, Anunciación 1379 ; ed. G. Cavallini, Roma 1978, pp. 123-129).