María es quien nos lleva a Jesús. Y también Ella nos llevará de regreso a Él. Es lo que necesitamos para vivir y poner en práctica lo que hemos descubierto en la presencia viva de Jesús. María, nuestra Madre, nos llevará a la gloria. Ella nos lleva a entrar en el misterio de Pentecostés.
En este día de Pentecostés, María espera: como en la Anunciación, como en la Resurrección, espera en la Esperanza. Pero en Pentecostés, ya no espera sola: espera con los apóstoles que ha reunido. María entonces atrae la manifestación de Dios a la Tierra. Pero ya no está sola al recibir la manifestación del Espíritu. Su oración ferviente atrae el Espíritu vivo hacia los apóstoles, aquellos a quienes Jesús eligió para fundar su Iglesia.
La nueva alianza se realiza aquí más plenamente que en la Natividad. “Les enviaré el Espíritu”. Jesús ha llegado al corazón del Padre, y de su abrazo eterno brotará la fuerza del Espíritu. Es el Espíritu viviente, que brota del Padre y del Hijo, y que no tiene otro deseo ni otra misión que abrazar a todos los hombres en su incomparable y poderoso amor.
La fuerza del Espíritu nunca faltará en quienes, con María, trabajarán en la Iglesia y para la Iglesia del futuro.
Marie-Benoîte Angot en Adorer avec Marie, (Adorar con María) Ed. Sarment-Jubilé, p. 80
Enciclopedia Mariana