«¿El Rosario? Para mí es indispensable. Tengo uno en mi bolso, otro en mi bolsillo, otro en mi habitación... ¡Ya sea que esté alegre, llena de optimismo, confiada o nostálgica, triste, desanimada o ansiosa, trato de ser fiel a esta oración que puede darnos tanto!
Con mi rosario rezo todos los días por los que comparten mi vida, por nuestros hijos, por la Iglesia y el Papa, por la paz del mundo y en las familias; por nuestras familias y amigos. Y por tantas otras intenciones. Mis proyectos en el trabajo, con amigos, ya sean de educación, reflexión o evangelización… Todos proyectos de Iglesia. Por mis compañeros, mi trabajo, algún conocido que esté pasando dificultades o sufriendo; por los enfermos que conozco y por los demás, por los sacerdotes, conversiones y camino hacia la santidad de cada bautizado… Por parejas o madres en dificultad, niños por nacer, niños enfermos, los enfermeros, las parejas que han perdido a un hijo y las que esperan tener uno algún día...
¡Tantas intenciones, no nos las podemos perder! El Rosario es una verdadera dinamita de oración... Por tanto, activemos esta máquina de oración, el mundo la necesita muchísimo y cada uno de nosotros también».
Raphaëlle, 36 años.