El Señor quiere enseñarnos que María permaneció virgen hasta el final.
En efecto, cuando fue elevado en la cruz, encomienda la Madre a Juan diciendo: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Y al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y, desde ese momento, "el discípulo la acogió en su casa" (cf. Jn 19, 26-27). Con estas palabras, el Salvador afirma que María no engendró otro hijo después de él.
Si en verdad hubiera tenido otro hijo, el Salvador lo habría tenido en cuenta, sin tener que confiar la Madre a otros. Al contrario, María no fue madre de otros hijos, no abandonó la casa de los suyos; sin embargo, abandonar a un esposo e hijos habría sido una acción punible.
Pero, porque la Virgen persevera en la virginidad después del nacimiento, el Señor en vista de la pureza excelente del alma de Juan y de la virginidad intacta de María, confía a su discípulo a María como madre, aun no siendo ella su madre».
San Atanasio, De virginitate.
Enciclopedia Mariana