En la Basílica de San Pedro, la Piedad, la famosa escultura de Miguel Ángel, esculpida en 1499, representa a la "Virgen María Dolorosa" (Mater Dolorosa), sosteniendo sobre sus rodillas el cuerpo de Cristo bajado de la cruz antes de ser colocado en el sepulcro, resucitar y ascender al cielo. El rostro de María luce particularmente joven. ¿Por qué?
En los primeros siglos de la Iglesia, hubo muchos cuestionamientos sobre la doble naturaleza de Jesús: ¿podría Jesús ser tanto el Hijo del hombre como el Hijo de Dios? En el año 381, el Concilio de Constantinopla proclamó que “Jesucristo, Hijo único de Dios, Dios verdadero nacido de Dios verdadero, por obra del Espíritu Santo, tomó carne de la Virgen María y se hizo hombre”. El Concilio de Éfeso, en el 431, resolvería definitivamente la cuestión al atribuir a María el título de Theotokos (“que dio a luz a Dios” en griego). Jesús es tanto hombre como Dios. María es la madre de Dios porque es la madre de Jesús y Jesús es Dios.
Al darle a María una eterna juventud, Miguel Ángel quiso subrayar su eterna pureza, mientras que su hijo Jesús, habiendo asumido nuestra naturaleza humana, debe ser, en el trance de la muerte, un hombre como los demás.