Los evangelistas no nos dicen dónde nació María. Solo sabemos que estaba emparentada con Isabel que vivía en Judea. Por tanto, no es imposible que ella misma fuera originaria de Jerusalén, como dice una antigua tradición de la que encontramos huellas en el evangelio apócrifo de Santiago, que nos habla de los padres de la Virgen, Joaquín y Ana.
Había una casa en Jerusalén llamada "la Casa de Ana" cerca del estanque de Betsaida. Cerca de esta casa se erigió una iglesia cuya inauguración tuvo lugar el 8 de septiembre. Al principio fue la Basílica de la Natividad de María y, más tarde, en el siglo XII, se convirtió en la Iglesia de Santa Ana.
El aniversario de esta consagración se conmemoraba cada año. La festividad se extendió a Constantinopla en el siglo V y luego a Occidente. Posteriormente, se le añadió la festividad de su concepción, nueve meses antes, de ahí la fecha del 8 de diciembre.
La Natividad de María es una de las grandes festividades del año litúrgico bizantino, porque inaugura la economía de la salvación y la entrada de la Palabra de Dios en la historia de los hombres: “Este día es el preludio de la alegría universal. En este día comenzaron a soplar los vientos de la salvación” (liturgia bizantina).
Fue en la Basílica de la Natividad de María donde san Juan Damasceno, padre y doctor de la Iglesia (†749), proclamó: “Venid todos: ¡celebremos con alegría la alegría del mundo entero! Hoy, de la naturaleza terrenal, se ha formado un Cielo en la tierra. ¡Hoy es el comienzo de la salvación para el mundo!”.
Fuente: Portal Católico de Suiza
Y también: Enciclopedia Mariana