Cada misterio corresponde a un fruto espiritual, que el papa Juan Pablo II llama “fruto de santidad”.
Frutos de los misterios gozosos. Primer misterio: la Anunciación (Lc 1, 26-38; Mt 1, 18-25): la humildad. Segundo misterio: la Visitación (Lc 1, 39-55): la caridad fraterna. Tercer misterio: el nacimiento de Jesús (Mt 2, 1-12; Lc 2, 1-20): el espíritu de pobreza. Cuarto misterio: la presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 22-38): pureza y obediencia. Quinto misterio: Jesús perdido y hallado en el Templo (Lc 2, 40-51): celo por responder a la llamada de Dios.
Frutos de los misterios luminosos. Primer misterio: el bautismo de Jesús en el Jordán (Mt 3, 13-17): el estado de gracia. Segundo misterio: las bodas de Caná (Jn 2, 1-12): confianza en la voluntad de Dios y en María. Tercer misterio: el anuncio del Reino de Dios (Mc 1, 15): conversión interior, santidad. Cuarto misterio: la Transfiguración (Lc 9, 28-36): contemplación. Quinto misterio: la institución de la Eucaristía (Jn 13): la práctica de los sacramentos.
San Luis María Grignion de Montfort comenta el rezo del Rosario de la siguiente manera: “Tenga cuidado de considerar esta práctica como mezquina y de poca importancia para el vulgo, e incluso para muchos eruditos orgullosos. Ella es verdaderamente grandiosa, sublime y divina. Es el Cielo quien nos la dio para convertir a los pecadores más empedernidos y a los herejes más obstinados. Dios le ha atribuido gracia en esta vida y gloria en la venidera. Los santos la practicaron y los soberanos pontífices la autorizaron”.
Isabelle Rolland, folleto Le Rosaire présent du Ciel et chemin de sainteté (“El Rosario, regalo del Cielo y camino de santidad”).