Una vez que se marchó la aparición milagrosa, Thierry Schoéré reanudó su viaje. Sin embargo, temiendo el ridículo, finalmente decidió guardar silencio. Cuando llegó al mercado, compró un saco de trigo, pero, curiosamente, ni él ni nadie más pudo levantarlo. La bolsa parecía de plomo y pegada al suelo.
Los campesinos reunidos se preocuparon por la fuerza mágica y misteriosa que clavaba así la bolsa al suelo. Este fenómeno inexplicable atormentó la mente de las personas y algunos comenzaron a acusar al desafortunado herrero de brujería. Entonces, Thierry Schoéré entendió el significado de tal advertencia. Mensajero divino, había desobedecido a la Santísima Virgen y no había cumplido la misión que se le había confiado.
Ante la multitud que lo rodeaba, repentinamente silenciosa, Schoéré se arrodilló, pidió perdón a la Virgen y, cumpliendo finalmente su sagrada misión, contó a los atentos habitantes la aparición celestial y les explicó lleno de convicción el simbolismo del cubo de hielo y las tres espigas.
Asombrados, admirados, los habitantes escucharon respetuosamente la historia. El público quedó profundamente conmovido y nadie se hubiera permitido dudar de la sinceridad del herrero de Orbey. Los más incrédulos fueron persuadidos, mostraron un sincero arrepentimiento y juraron enmendarse.
Entonces, aliviado y feliz, Thierry Schoéré volvió a la bolsa misteriosa. ¡Y se dio el milagro! Tan pronto como lo tomó, pudo levantarla tan fácilmente como una bolsa de plumas y cargarla sobre su caballo. Tras lo cual, en medio de las expresiones de alegría de los asistentes, el mensajero de la Virgen volvió gozoso a su pueblo natal.
Relato de las apariciones de Nuestra Señora de las Tres Espigas en Alsacia, según los archivos del pueblo de Orbey, conservados hasta el día hoy en el museo de Colmar.