La virtud de la esperanza requiere memoria. Sin memoria no hay esperanza. Para esperar, es esencial recordar. Porque si Dios actuó como salvador ayer, salvará hoy y mañana. (…)
Mujer judía, primera cristiana, la Virgen María guardó en su memoria las palabras y los acontecimientos de la vida de su Hijo Jesús. Ella esperaba su Resurrección el Sábado Santo. Por eso a la Iglesia le gusta recordar a la Virgen María los sábados, recordando el doloroso paso del Viernes Santo al Domingo de Resurrección.
Mujer de esperanza, la Virgen María prepara los corazones de los cristianos para el regreso de Cristo. Como todas las madres, María se preocupa por preparar la reunión de sus hijos. Por su intercesión, la Virgen María prepara a la Iglesia para el feliz encuentro, ahora, en la oración y al final de los tiempos cuando el Señor Jesús celebrará la liberación total de la humanidad, convirtiéndose en todo, para todos los que hayan creído en él.
Dos símbolos bíblicos manifiestan la esperanza: el maná que cada mañana caía durante los cuarenta años del Éxodo en el camino del desierto hacia la Tierra Prometida y el ancla que salva a la embarcación en medio de las tormentas.
La oración del padrenuestro brilla como la oración del Adviento. Oración de esperanza y deseo de Dios: «Venga tu reino. Hágase tu voluntad. Danos hoy nuestro pan de cada día».
Encomendemos nuestras preocupaciones a la oración de la Virgen María, para caminar en la esperanza, nutridos por el maná de cada día, fijos en Cristo por el ancla de la esperanza, recordando que «jamás se oyó decir que quienes confiaron en la intercesión de la Virgen María quedaron alguna vez defraudados».
Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.
Hermano Manuel Rivero, dominico, doctor en Teología.
Adaptado de: Zenit.org