Tenía 33 años en el momento del rodaje de La pasión de Cristo, es decir, la misma edad que Jesús cuando fue crucificado. Sabía que, si quería representar a Jesús, tenía que estar cerca de él. Todos los días me confesaba y hacía adoración al Santísimo Sacramento. Mel Gibson también estaba en Misa cuando esta se celebraba en latín (esto me benefició porque pude aprender latín).
Siempre tuve tentaciones de las que tenía que defenderme y en esta lucha experimenté una gran paz interior. Por ejemplo, durante la escena en la que la Virgen María se acerca a su Hijo cargando la cruz, debía decir la siguiente frase: «Mira, yo hago bien todo lo que hago».
Ensayamos esta escena cuatro veces, pero sentí que siempre estaba yo en primer plano. Y luego alguien golpeó la cruz y sentí que mi hombro izquierdo se dislocaba. Ese horrible dolor me hizo perder el equilibrio y caí pesadamente al suelo.
Golpeé con mi rostro la tierra polvorienta y me sangraron la nariz y la boca. Le repetí las palabras a nuestra Madre: «Mira, yo hago bien todo lo que hago». El dolor en el hombro era indescriptible cuando tomé lentamente la cruz y me di cuenta de que la escena estaba saliendo muy bien. Había dejado de actuar y fue a Jesús a quien vimos. La escena apareció como respuesta a mi oración: «Quiero que los espectadores te vean a ti, Jesús, no a mí».
Durante el rodaje, no sé cuántos rosarios recé y esto me hizo vivir un ambiente especial. Me di cuenta de que no podía blasfemar ni descuidarme si quería comunicar algo a mis compañeros de equipo.
Testimonio del actor Jim Caviezel, quien interpretó el papel de Jesús en la película de Mel Gibson La pasión de Cristo.
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