24 de agosto – San Bartolomé apóstol – Francia: Consagración de la Iglesia de Nuestra Señora de Benoîte-Vaux (1138)

Por medio del seno virginal de María, Dios puede unirse al hombre.

“El Verbo se hizo carne” no significa que la naturaleza divina se haya hecho carne, sino que el Verbo se hizo carne en la unidad de una sola persona y, bajo el nombre de “carne”, debemos entender al hombre íntegro, a quien el Hijo de Dios fue unido en el seno de una virgen fecundada por el Espíritu Santo y permaneció siempre virgen, en unión tan íntima que aquel a quien el Padre engendra de su esencia fuera del tiempo, nace en el tiempo, del seno virginal.

No podríamos haber sido librados de las ataduras de la muerte eterna si él no se hubiera hecho humilde en nuestra condición, permaneciendo todopoderoso en la suya.

Por eso Nuestro Señor Jesucristo, naciendo verdaderamente hombre sin dejar jamás de ser verdaderamente Dios, realizó en sí mismo las primicias de una nueva creación y dio al género humano un principio espiritual a semejanza de su propio nacimiento: para abolir la contaminación de la generación por la carne, era necesario que los hombres regeneraran un origen exento de contaminación, de los cuales se dice "que no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni del de un hombre, sino que nacieron de Dios" (Jn 1,14).

¿Qué espíritu podría entender este misterio, qué lenguaje celebrar este prodigio? La iniquidad recobra la inocencia, la renovación reemplaza a lo antiguo, los extranjeros reciben la adopción y los que no fueron llamados participan de la herencia.

Los impíos se vuelven justos; los avaros, generosos; los libertinos, castos; los hombres terrenos se transforman en hombres celestiales.

¿Qué es esta metamorfosis, sino obra de la diestra del Altísimo? (Sal 76,11)

 

San León Magno, 7° Sermón de Navidad.

Y también: Enciclopedia Mariana

Suscribirse es fácil (y también darse de baja).
No lo dudes: suscríbete hoy. ¡Es gratuito!