La experiencia mariana en los exorcismos es particularmente reconfortante. Los exorcistas notan que, cuando se pronuncia el nombre de la Virgen, los demonios se ponen furiosos, por su profundo desprecio y odio hacia la Madre de Dios. Sin atreverse a llamarla por su nombre, dicen "esa", agregando una serie de insultos, pues se quejan de que destruye muchos de sus planes.
Una frecuente manifestación antimariana del demonio es enfurecerse cuando se menciona al Inmaculado Corazón de María porque, como ha gritado muchas veces, le recuerda que el mundo ha sido consagrado a este Inmaculado Corazón por ese [expresión obscena dirigida a Juan Pablo II] y que esta consagración provocó el fracaso de muchos de sus proyectos a escala mundial.
Con respecto al Santo Rosario, un día, mientras se colocaba un rosario alrededor del cuello de una persona que estaba siendo exorcizada, el demonio inmediatamente comenzó a gritar: "¡Me aniquila esa cadena con la cruz al final! ¡Es muy pesada, me destroza!”. El exorcista exclamó: “De ahora en adelante, nuestra hermana rezará el Rosario todos los días”.
El demonio respondió de inmediato, hablando del Rosario: “De todos modos, en comparación con el mundo entero, ¡son muy pocos los que lo rezan! Y tanto mejor para mí que sea así, porque me duele, porque invocan a Aquella [la Virgen] y me recuerdan la vida de Aquél [se refiere a Jesús, cuya vida meditamos con los misterios del Rosario]”.
Otro día, durante un exorcismo, el sacerdote sacó un rosario de su bolsillo. El diablo inmediatamente gritó:
—¡Quítate esa cadena, quítate esa cadena!
—¿Cuál cadena?
—La que tiene la cruz al final. ¡Ella nos azota con esa cadena!
Este es un lenguaje metafórico, pero nos hace comprender, de manera muy concreta, el poder del Rosario y cuánto le teme el demonio.
Tomado de: Bamonte, Francesco (2006). Possesioni diaboliche ed esorcismo: Come riconoscere l'astuto ingannatore (“Posesiones diabólicas y exorcismos: como reconocer al astuto mentiroso). Torino: Figlie di San Paolo.