"El que ama su vida, la pierde" (Jn 12,25). Por eso la Virgen María nos invita sin cesar, en todas sus apariciones, a este difícil combate espiritual, que implica ayuno, oración y penitencia, como lo repite en Lourdes: “¡Oración, oración, oración y penitencia, penitencia, penitencia!”.
En este difícil camino y contrario a la mentalidad de nuestro tiempo, José está demostrando ser una ayuda y un remedio particularmente poderosos.
Lejos de querer controlar su vida y disfrutarla según sus propios criterios, José, por el contrario, renunció a ella de manera ejemplar, confiando en Dios, buscando su justicia, renunciando luego al legítimo deseo de engendrar según la carne y estando disponible para el plan que el Señor tenía para él. Se negó a sí mismo incluso en sus aspiraciones fundamentales, no por servil obediencia a un Dios sádico, sino por amor filial hacia un Padre en quien tenía plena confianza, un Padre que da mucho más de lo que uno puede imaginar y que poda su vid para que dé más frutos.
Así es como se le dio la oportunidad de encontrar y realizar su vida, más allá de lo que hubiera podido esperar.
Extracto de: Joseph, modèle de vie pour notre temps (José, modelo de vida para nuestro tiempo), Éditions Marie de Nazareth, Paris, 2020, pág. 13.