Medjugorje, nombre extraño para un lugar de peregrinación. Sin embargo, ¡es a ese lugar al que mi amiga Estefanía me ha estado invitando desde hace dos años! De todos modos, ya no es posible: la fecha límite para inscribirse a la peregrinación es esta noche. Pero Estefanía me anima: "Vamos, envía tu solicitud. Si la Virgen lo quiere, irás". Aparentemente, la Virgen intervino porque unas semanas después ¡ya estaba en un autobús lleno de jóvenesmmuy animados!
Me preocupa: todos deben estar iluminados por el Espíritu. Yo parezco nada, yo, con mis dudas. Además, no puedo creer en sus apariciones diarias. A medida que pasan los kilómetros y las "pequeñas frases que hacen pensar", siento "derretirme por dentro" y empiezo a descubrir por qué vine: las heridas que creía cerradas me dejaron cicatrices. Y ahora lloro lágrimas silenciosas y descontroladas. Creo que lloré durante 24 horas; pero luego me sentí "limpia" y serena.
Una vez en Medjugorje, primera adquisición: un rosario. Allí, todos llevan un rosario en la muñeca Yo, que no comprendía bien lo que significaba desgranar esas cuentas, comencé a pasar horas rezando avemarías y padrenuestros. ¡Y en croata, además! El Rosario me trae esa paz interior que anhelo.
Viacrucis, enseñanzas, testimonios, homilías conmovedoras, no fue ni un huracán, ni fuego, ni la Virgen lo que vi en Medjugorje: como Elías en la montaña que percibió a Dios en una ligera brisa, yo vi a Dios obrando en muchas cosas pequeñas, miles de detalles que me hablaron y tocaron mi corazón. No volví a casa transfigurada, pero algo cambió en mi vida: adquirí la certeza de que no estaba sola, que tenía que ver con serenidad el futuro y que, si algún día me asaltaban las dudas, esta tierra bañada por la luz divina restauraría mi confianza.
Testimonio de Gladys