El «sí» de María es verdaderamente un acuerdo, una adhesión libre, consciente e incondicional a un proyecto que viene de Dios Creador (…).
María es consciente de que con su "sí" participará en este proyecto de amor querido por Dios desde la eternidad. Comprendió que ella también fue pensada por el Señor, para formar parte de este plan, que había sido concebida y predispuesta para que este proyecto se hiciera realidad en la historia. Este es el significado mismo de la festividad de la Inmaculada Concepción que celebramos en Adviento. Sí, María reconoce que ha sido privilegiada entre todas las mujeres, que ha encontrado la gracia de Dios. Y son todos estos elementos los que la deciden a adherirse al proyecto de Dios.
Sin embargo, María también sabe que esta maternidad tendrá consecuencias difíciles de asumir ante la sociedad y cultura de su tiempo: sería señalada con el dedo, centro de todas las murmuraciones en las calles de Nazaret. Como todas las jóvenes de su tiempo, se arriesgó a la pena de muerte por lapidación, al aparecer embarazada antes y fuera del matrimonio. Ella aceptó afrontar este riesgo, pero tenía plena confianza en el Señor que nunca nos abandona cuando nos confía una misión.
En este tiempo de Adviento, María es el icono que se nos da para acompañarnos en la espera de Navidad. Ella es el ícono de la esperanza, el amor y la fe. Nosotros también la contemplamos para que nos obtenga estas virtudes teologales, es decir, virtudes provenientes de Dios, para que dejemos que el Señor nazca en nosotros todos los días, libre y en confianza.
Padre Joseph Bahati, párroco de un sector parroquial de St-Loup Cammas, Alto Garona (Francia)
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