En julio de 1917, Lucía, Jacinta y Francisco, los tres niños videntes de Fátima (Portugal), habían transmitido la promesa de la Santísima Virgen de darle a Fátima el 13 de octubre un milagro que todos podrían ver para creerle. Esta predicción se extendió rápidamente por todo Portugal, tanto que el 13 de octubre de 1917, al mediodía, una multitud de entre 50,000 y 70,000 personas se reunió allí.
El día era lluvioso y los asistentes estaban empapados. Al mediodía cesó la lluvia. Los niños entraron en éxtasis y la multitud no oía a la Virgen que hablaba con Lucía:
“Quiero pedirte que se construya aquí una capilla en mi honor. Soy Nuestra Señora del Rosario y que sigan rezando el Rosario todos los días. La guerra terminará y los militares pronto regresarán a casa”. Lucía le preguntó si podía curar a los enfermos: “a unos sí, a otros no. Deben corregirse y pedir perdón por sus pecados —Nuestra Señora mostró entonces un aire más triste—. Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, porque ya ha sido demasiado ofendido”. Luego, abriendo las manos, rodeó con ellas el sol, mientras Lucía, señalándolo, dijo a la multitud girándose: “¡Miren el sol!”.
Fue entonces cuando todos pudieron contemplar durante una docena de minutos, un espectáculo grandioso y asombroso. En un cielo ahora azul y sin nubes, el sol no encandilaba. Se le podía ver directamente cuanto uno quisiera. Temblaba y hacia movimientos bruscos. Finalmente se puso a girar sobre sí mismo, arrojando rayos de diferentes colores a la multitud. El fenómeno se detuvo y luego se repitió dos veces, antes de que el sol pareciera precipitarse en zigzag sobre la tierra, irradiando un calor cada vez más intenso.
La multitud estaba conmovida. La gente se puso de rodillas. Un anciano, hasta entonces incrédulo, alzó los brazos al aire gritando: “¡Virgen Santa! ¡Bendita Virgen!”. Y por todos lados se dieron escenas similares, pues todos habían visto lo mismo. Finalmente, aun estando empapados hasta los huesos, todos se sorprendieron al descubrir que el suelo y su ropa estaban completamente secos.
Equipo de Marie de Nazareth