San Luis Gonzaga (1568 - † 20 de junio de 1591) pertenecía a una familia de la nobleza española. Por eso se le exigió que siguiera a su padre a la corte y que participara en varias reuniones más o menos mundanas que en ella tenían lugar. Pero siempre supo meditar o incluso retirarse a una habitación aislada para confiar sus penas, alegrías y miedos al Salvador y a su Santa Madre.
La confianza del joven Luis en la Reina Inmaculada fue su salvaguarda contra la vanidad y la impureza, a menudo bien vistas en esos suntuosos palacios: la piedad y la modestia no siempre estaban de moda en esos lugares... Sin embargo, inspirado por Dios, san Luis Gonzaga también hizo voto de mantener su virginidad inviolable. Esta resolución fue confirmada por la Santísima Virgen.
Gracias a Ella, el joven conoció su vocación a los 16 años, ¡y muy claramente! Una voz milagrosa le habló de la Compañía de Jesús. San Luis Gonzaga solo llevó el hábito de los jesuitas durante seis años, pero esos seis años le sirvieron para llevar a su culmen las virtudes que ya había practicado durante varios años.