Los católicos en Gales celebraron la restauración de un santuario muy querido por la gente, el cual había sido erigido en memoria de un milagro de la Virgen. En 1926, un niño de tres años llamado Gerald O'Shea, cuyos padres vivían en la antigua aldea minera de Abercynon, cayó en las aguas negras de carbón en la confluencia de los ríos Taff y Cynon. Cuando llegó a casa, declaró que había sido salvado de ahogarse por una señora vestida de azul, la misma que tenía en su medalla religiosa.
Los mineros, muchos de los cuales habían venido de Italia e Irlanda, cavaron en los escarpados acantilados rocosos un santuario para conmemorar el milagro. El lugar se había convertido en sitio de peregrinación, atrayendo a unos 10,000 peregrinos al año; pero, con el tiempo, la vegetación invadió el santuario y el camino se derrumbó, volviéndose peligroso.
El sitio fue abandonado hasta que en la década del 2000, el padre John Phillips se hizo cargo de la Iglesia de Santo Tomás, ubicada en lo alto del santuario. Con la ayuda de un grupo de feligreses, el nuevo pastor limpió las zarzas y ramas que bloqueaban el camino y restauraron el santuario que había quedado en el olvido durante una década.
El santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Abercynon, en el valle de Cynon en Gales, que estuvo inaccesible durante casi diez años, acaba de ser consagrado oficialmente el 20 de octubre de 2019 por el arzobispo de Cardiff, Mons. George Stack. El trabajo de renovación transformó el sitio cubierto de vegetación en un lugar agradable, donde la gente puede sentarse y rezar en un entorno tranquilo.
Adaptado de un artículo publicado en The Tablet el 25 de octubre de 2019.