Uno podría pensar que un cristiano del tercer milenio, al recoger el tesoro acumulado por siglos de tradición, sabe más sobre la cruz que la Virgen del Sábado Santo. Nos equivocamos. El secreto de la sabiduría contenida en la cruz solo se entrega a los corazones llenos de amor. Solo los parecidos se reconocen entre sí. Solo el amor puede comprender la altura, la anchura y la profundidad de la cruz. Esta confía sus secretos solo a sus amantes de corazón, es decir, a las personas con las mismas disposiciones que aquellas que llevaron a Jesús a aceptarla y vivirla. La Virgen, llena de sabiduría y afecto, es una de ellas.
El Corazón de María es el corazón inteligente que el rey Salomón pidió al Altísimo. Al igual que su Hijo, Ella acepta la cruz por amor a los hermanos y hermanas de Jesús. Su "sí" es aún más ferviente, ya que se ha mantenido atenta al Espíritu, el cual la iluminó poco a poco sobre las consecuencias decisivas e inauditas para la humanidad de este signo de contradicción, sin quitar mérito a su fe y a su esfuerzo por aceptar la voluntad de Dios. Además, Ella puede iniciarnos en los secretos de la sabiduría de la cruz, que no se concede a los principiantes ni a los tibios o curiosos.
El Inmaculado Corazón de María es así porque conoce la diferencia entre palabras divinas y palabras inconsistentes, ociosas o impropias. Terminamos convirtiéndonos en lo que escuchamos. Los líderes de sectas lo saben. Nuestra Señora tiene un Corazón Inmaculado porque se deleita en la compañía de Dios y disfruta, como lo merecen, las palabras que salen de su boca.
Jean-Michel Castaing, tomado de : Aleteia