Un día de renovación de votos, durante la Santa Misa, cuando acabábamos de orar y comenzamos a recitar la fórmula de los votos, de repente Jesús apareció a mi lado, vestido con una túnica blanca y un cinturón dorado, y me dijo:
“Te concedo un amor perpetuo para que tu pureza sea impecable y no experimentes más tentaciones contra la pureza. Aquí tienes la prueba. Entonces, Jesús se quitó su cinturón de oro y me ciñó con él. Desde ese momento ya no sentí ninguna tentación contra esta virtud, ni en mi corazón ni en mi mente.
Más tarde entendí que era una de las mayores gracias que la Santísima Virgen María me había dado, porque se la había pedido durante muchos años. Desde entonces, he tenido una mayor devoción a la Santísima Virgen. Fue Ella quien me enseñó a amar a Dios internamente y me mostró cómo hacer siempre su santa voluntad. “María, tú eres la alegría porque, a través de ti, Dios vino a la Tierra y a mi corazón”.
Sor Faustina (Helena Kowalska, 1905-1938), religiosa polaca, El pequeño diario, n°40