San Agustín, en Florida, se enorgullece de ser la ciudad más antigua de origen europeo en los Estados Unidos poblada de manera ininterrumpida hasta nuestros días.
Por tanto, no sorprende que la Misión del Nombre de Dios de San Agustín (una de las primeras iglesias del futuro Estados Unidos) también albergue el primer santuario norteamericano dedicado a Nuestra Señora. Curiosamente, esta iglesia está dedicada a una devoción cristiana de Tierra Santa que data del siglo IV: la devoción a Nuestra Señora de la Leche.
De hecho, al este de la iglesia de la Natividad en Belén, hay una cueva conocida como la "gruta de la leche". La tradición cristiana dice que, mientras huía a Egipto, la Sagrada Familia se habría detenido allí para descansar. Mientras la Virgen María estaba amamantando al Niño Jesús, una gota de leche habría caído al suelo, cambiando de inmediato el color de la roca a blanco.
Hoy en día, como en el pasado, las mujeres cristianas y musulmanas van a la "gruta de la leche" para rezar a la Virgen, para que vigile la buena salud de sus hijos. Esta devoción se extendió por toda Europa, especialmente después del regreso de los cruzados de Tierra Santa.
Fueron los colonos españoles que llegaron a San Agustín a principios del siglo XVII quienes trajeron con ellos la devoción a Nuestra Señora de la Leche. El rey de España Felipe III había erigido una estatua de la Virgen y el Niño venerada bajo este título —que llegó a ser milagrosa—, en la Catedral de Madrid. Luego, una réplica de esta misma estatua fue llevada a San Agustín e instalada en una iglesia de la misión construida especialmente para ella por los colonos y los amerindios recién convertidos.
Daniel Esparza, 7 de junio de 2019.