Hay varias pinturas de altar en diferentes iglesias de Hungría y países vecinos (que, de hecho, hasta 1920, pertenecían al Reino de Hungría), que representan al santo rey Esteban de Hungría ofreciendo la corona húngara a la Virgen María. Desde el siglo XI, la Virgen María ha sido venerada como Patrona Hungariae (Patrona de Hungría). Los católicos húngaros están profundamente convencidos de que su país no podría haber atravesado el último milenio sin el solícito cuidado de su patrona.
El primer rey de Hungría, san Esteban (nacido en 975), fue bautizado por el obispo san Adalberto de Praga en el 985. Fundó el Reino de Hungría, creando un país bien organizado de estilo occidental que podría defender su independencia. Muy devoto de la Virgen María, Esteban hizo construir varias iglesias en su honor. El sufrimiento no estuvo ausente de su vida: perdió a varios hijos pequeños y solo uno alcanzó la edad adulta, Emerick. Este único hijo sobreviviente recibió una sólida educación católica e iba a suceder a su padre, pero desafortunadamente murió en un accidente de caza en 1031 y no llegó a reinar.
Los últimos años del rey estuvieron marcados por la enfermedad y una disputa de sucesión entre sus parientes. En 1038, en la festividad de la Asunción de la Virgen María, Esteban dirigió sus últimas palabras a los líderes de la Iglesia y del Estado, pidiéndoles que protegieran y difundieran la fe católica. El rey dirigió una de sus últimas oraciones a la Virgen María: "A ti, Reina del Cielo y a tu tutela, te encomiendo la Santa Iglesia, a todos los obispos y al clero, todo el reino, sus líderes y sus habitantes; pero, sobre todo, confío mi alma a tu cuidado”.
San Esteban de Hungría murió el 15 de agosto de 1038. Fue enterrado junto a su hijo, San Emerick, y los dos fueron canonizados el mismo día en 1083.
László Surján, 7 de agosto de 2019.