En julio de 2010, mi visita a Medugorje (Bosnia-Herzegovina) fue un poco inesperada, en medio de una estancia turística en los Balcanes. Sin embargo, acordamos unirnos en peregrinación allí. Fue así que muy bronceado, con aspecto de turista, gafas de sol puestas y cámara en mano, aterricé allí después de un largo viaje por Italia, Eslovenia y Croacia.
¡Bienvenido a Medugorje! Cuarenta millones de peregrinos en 30 años, en el corazón de un país aún marcado por el conflicto. Con el espíritu lleno de actitudes a favor y en contra del fenómeno de las apariciones de la Virgen María, tomado de varios libros leídos antes de mi partida, llegué con opiniones divididas sobre el tema, en una especie de Lourdes bosniaco donde solo las piscinas eran reemplazadas por una serie de confesionarios. El fervor es el mismo. Rosarios, marcha hacia la colina de las apariciones, adoración, alabanza. ¡Todo está ahí! Y, por supuesto, ¡conversiones!
Ya católico practicante, solo esperaba cuatro días de retiro espiritual. La Santísima Virgen lo quería de manera diferente y yo también descubrí la conversión. Y si escribo estas palabras hoy, es por el seminario del que acabo de regresar, invitado por María a Medugorje. ¿Será por este fervor internacional, por una tarde con el Espíritu Santo, o por el simple hecho de rezar? ¿O por el ayuno, la confesión, la Eucaristía, la lectura de la Biblia o el rezo del Rosario en este lugar? De todos modos, sentí el llamado a ser sacerdote, ¡y sé que proviene de María!
Que esto pueda verse o no, todavía hoy, no puedo decirlo. Sin embargo, yo sé que Ella está allí y que concede innumerables gracias. No lo dudes, ¡ve a visitarla!
Testimonio de Francisco Club Medj