Entre los muchos favores espirituales otorgados por la Iglesia a quienes usan el escapulario, el más importante es el privilegio sabático. Su origen es la "bula sabatina" que el papa Juan XXII otorgó en 1317, después de haber sido favorecido por una visión de la Beata Reina del Carmelo. La Santísima Virgen prometió al Santo Padre que libraría del Purgatorio, el sábado después de su muerte, a los que usaran su escapulario. Se establecieron dos condiciones para beneficiarse de esta promesa: la observancia por parte de los fieles de la castidad de su estado (completa en el celibato y conyugal en el matrimonio) y el rezo de las horas canónicas (o pequeño oficio de la Santísima Virgen).
Algunos historiadores modernos de la Orden Carmelitana han cuestionado la autenticidad de la bula sabatina. Esta cuestión histórica, en la que no entraremos, no importa realmente desde el punto de vista en el que nos situamos. De hecho, la autoridad de la Iglesia ha confirmado repetidamente de manera formal el contenido de esta bula, a saber, el "privilegio sabático".
De hecho, hay pocas indulgencias que han tenido aprobaciones pontificias tan numerosas y solemnes. Basta con citar los actos y aprobaciones de los papas: Clemente VII (Bula Ex clementis del 12 de agosto de 1530), Pablo III (en 1530 y 1549), Pío IV (en 1561), San Pío V (Bula Superna dispositione) desde el 18 de febrero de 1566), San Pío X en 1910, Benedicto XV en 1916, Pío XII en 1950.
San Juan de la Cruz, en vísperas de su muerte, recordó complacientemente "cómo la Madre de Dios del Carmelo, llegó en sábado con su ayuda y favor al Purgatorio, y cómo sacaba a las almas de los religiosos o de las personas que habían llevado su santo escapulario".