Jesús dijo: "El ojo humano no puede ver el sol mientras mira a la luna.” El ojo del alma no puede mirar la perfección de Dios tal como es. Pero puede mirar la perfección de María.
María es como la luna comparada con el sol. Ella es iluminada y refleja sobre ti la luz que la ha iluminado, pero la suaviza con los vapores místicos que la hacen soportable a tu limitada naturaleza. Por eso, durante siglos, yo la propongo como modelo de todos, a quienes quiero como hermanos, precisamente en María.
Ella es Madre. ¡Qué dulzura para los niños ver a la madre! Te la he dado para eso, para que puedas tener una Majestad bondadosa cuyo esplendor te deleite, pero sin deslumbrarte. (...) A María, todos pueden mirarla. No porque Ella sea como tú. ¡Oh, no! Su pureza es tan grande que yo, su Hijo, la trato con veneración. Su perfección es tal que todo el Paraíso se inclina ante su trono, sobre el que descienden la sonrisa eterna y el esplendor eterno de Nuestra Trinidad (...).
Además, Ella es eternamente tu madre. Y como madre, Ella tiene la piedad que disculpa, intercede, que forma pacientemente. Grande es la alegría de María cuando puede decirles a los que la aman: "Ama a mi Hijo. Grande es mi alegría cuando puedo decir a quien la ama: ama a mi Madre. Y grande es nuestro gozo cuando vemos a uno que, alejándose de mis pasos, va hacia María, o a otro que, separándose del seno de María, viene a mí". (...)
Te digo, entonces: "Ama a María. Te entrego a la que te ama y que te iluminará con la sola dulzura de su sonrisa".
Cuadernos de María Valtorta (1) Catequesis del domingo 27 de junio de 1943, §107 y 108
(1) María Valtorta (1897-1961)