El 16 de julio de 1251, en Cambridge, Inglaterra, la Virgen María se apareció a san Simón Stock, el superior de los monjes carmelitas. La historia de esta visión nos ha sido transmitida por muchos documentos, el más antiguo de los cuales data del siglo XIV. Citamos el texto dado por las Fioretti de Nuestra Señora del Monte Carmelo:
Simón, hombre de gran temperancia y devoción a María, rezaba a menudo con humildad y solicitud a la Virgen, la gloriosa Madre de Dios, Patrona de la Orden de los Carmelitas, para que le otorgara un privilegio a esta Orden, que se distinguía con su nombre y él se lo pedía todos los días, en sus oraciones, con un corazón devoto:
"Flor del Carmelo, Vid florecida, Esplendor del cielo, Virgen fecunda, única, dulce Madre, que no conociste varón, a los Carmelitas concédeles tus favores, Estrella del mar".
Pero, un día, Nuestra Señora se le apareció rodeada por una multitud de ángeles, con un escapulario en la mano y le dijo: "Esta es una señal para ti y un privilegio para todos los carmelitas: quien muera con este hábito, será preservado de las llamas eternas”. Y le entregó el escapulario.