Carlos y Zita, los últimos soberanos de Austria-Hungría (de 1916 a 1918), se conocieron siendo niños, pero fue solo cuando Zita tuvo 19 años y Carlos 24 que él pidió su mano.
Ambos compartían un fuerte apego a la fe católica. Por tanto, no sorprende que Carlos propusiera a Zita visitar la basílica del nacimiento de la Virgen María (conocida como el Santuario de Mariazell) en Austria. Amaban a la Virgen María y consideraron un deber comenzar su matrimonio bajo su protección.
Los dos soberanos mandaron grabar en sus anillos de boda esta oración latina: Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genetrix ("Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”). Este es el comienzo de una antigua oración a la Virgen María que expresa el deseo de permanecer bajo la mirada amorosa de la Santísima Madre.
Tanto como pudieron, vivieron el uno junto al otro y continuaron amándose con un amor eterno. Las últimas palabras de Carlos a Zita fueron: "Te amaré por siempre", justo antes de entregar su alma en abril de 1922, a los 34 años.
Zita vistió luto el resto de su vida. Y aunque sus cuerpos fueron enterrados por separado (Zita con la familia Habsburgo y Carlos en su lugar de exilio, en Portugal), sus dos corazones permanecieron unidos y descansan juntos en la capilla mariana de Nuestra Señora de Loreto en la Abadía de Muri, en Suiza.
Felipe Koloski / 14 febrero, 2019