La Madre es, con el sacerdote, la aliada más preciosa de Dios. La Virgen María es la imagen magnífica del amor maternal, la imagen también del maravilloso amor de Dios por los hombres.
En la Bula Ineffabilis Deus (8 de diciembre de 1854), el Papa Pío IX exhorta a los fieles a ponerse bajo su protección y su conducta: « Que los hijos de la Iglesia Católica, Nuestros amados Hijos, escuchen nuestras palabras, y animados cada día por una piedad, una veneración, un amor más ardiente, continúen honrando, invocando, rezando a la Santísima Madre de Dios, la Virgen María, concebida sin mancha original; y que, en todos sus peligros, sus ansiedades, sus necesidades, sus dudas y sus miedos, se refugien con total confianza en esta dulce Madre de misericordia y gracia. »
Los trastornos que han tenido lugar en la sociedad en los últimos años han hecho que la maternidad sea un tema particularmente candente (...). El respeto por la madre depende de la solidez de los cimientos de las personas. « Mientras más alejada esté la humanidad de Dios, más difícil le resultará comprender y apreciar la contribución personal de la mujer. (...) Las mujeres deben ver una gran marca de distinción en el hecho de que Dios apareció en los brazos de una madre, y que él llevó hasta el final, al lado de una madre, su existencia de Dios hecho hombre.»
Cardenal Joseph Mindszenty (1892-1975), Primado de Hungría
Fragmento de La Mère, miroir de Dieu, éditions Parthénon, 312 p.