«María aparece en los Evangelios como una mujer silenciosa que a menudo no comprende todo lo que sucede a su alrededor, pero medita cada evento en su corazón. María no es una mujer deprimida por las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir en la dirección correcta. Tampoco es una mujer que protesta violentamente, que exprese invectivas contra el destino de la vida.
Es una mujer que escucha: siempre demuestra una gran relación entre la esperanza y la escucha. María acoge la existencia en sus días felices, pero también en sus tragedias (...) hasta la noche suprema, cuando su Hijo es clavado en el madero de la cruz.
La encontraremos nuevamente en el primer día de la Iglesia, ella, Madre de la esperanza, en medio de esta comunidad de discípulos tan frágiles: uno había negado, muchos habían huido, todos habían tenido miedo. Por eso la amamos como nuestra Madre. No somos huérfanos: tenemos una Madre en el Cielo, que nos enseña la virtud de esperar, incluso cuando todo parece insignificante: Ella siempre tiene fe en el misterio de Dios, incluso cuando parece eclipsarse porque el mundo va mal.
Que en momentos de dificultad, María, la Madre a quien Jesús nos ofreció a todos, siempre nos diga: "¡Levántate, mira hacia adelante, mira el horizonte! Porque ella es la Madre de la esperanza. Gracias. »