Durante un viaje a Lourdes (Francia) en 1930, Georges Simonin, un pequeño trabajador de ferrocarriles de Lorraine, tuvo la idea de construir una reproducción de las basílicas en una escala 1:20. Un trabajo colosal que requería el uso de dos toneladas de yeso. La maqueta no tendría menos de seis metros de altura.
En 1947, la obra estaba muy avanzada, pero él perdió a su esposa y enfermó. Unos terribles dolores de estómago le impidieron continuar. Georges emprendió, entonces, una misión menos pesada: esculpir una estatua de Nuestra Señora de Boulogne para su parroquia de Villiers-sur-Marne (Francia). Durante la instalación de la estatua en la iglesia, un gran calor recorre su cuerpo, el sufrimiento desaparece: está curado. Todavía preso de la emoción, no habla con nadie y parte para Lourdes.
Allí, una noche, se despierta sobresaltado. Soñó que estaba construyendo una maqueta de la ciudad en la época de Bernadette. Luego reúne documentación y en 1952 el Castillo de Lourdes, la pieza central, que requirió veinticinco toneladas de rocas y otros materiales, se levanta en el centro del pueblo de Villiers-sur-Marne. La iglesia parroquial, los edificios públicos, los ocho molinos le seguirán y, en 1954, nace la Pequeña Lourdes. Por desgracia, durante las terribles inundaciones de 2013, muchas áreas de la ciudad se inundaron. Todo el sitio quedó sumergido y devastado por el lodo de las lluvias torrenciales. Sin embargo, cuando se retiraron, se descubrió que la cueva con sus pequeños elementos (muletas suspendidas, bancos de oración) estaba intacta.
La basílica hecha de yeso, ante el asombro de los arquitectos, no se movió después de 34 horas bajo el agua. La estatua de Bernadette, arrodillada ante María, no había sido movida ni contaminada. Verdaderamente, la pequeña Lourdes es una obra protegida, si no querida por la Virgen María.
Philippe Louvet