Dos esposos, una vez sus hijos nacidos y su familia constituida, decidieron que lo mejor para honrar a Dios, era vivir en castidad completa. Pero el diablo fue capaz de inducir al marido en tentación. Su esposa, sin éxito trató de retenerlo. Preso de ira, el hombre dijo estas palabras imprudentes: "Si se me da un hijo, al diablo se lo reservo. El maligno lo oyó y un hijo, hermoso de cuerpo, alma y espíritu les nació. Llena de remordimiento, su madre se lamentaba sin cesar.
Doce años más tarde, Satanás se apareció a la madre: "¡Pronto voy a volver para confirmar la promesa!" En su desesperación, la madre confesó su secreto a su hijo. Angustiado, el niño le pidió a la Madre del Cielo y fue a buscar a un santo ermitaño que le dio valor. "Puedes estar seguro, frente a la Señora del Cielo, las cadenas del infierno no resisten.”
El ermitaño trazó en la frente del niño la señal de la cruz, a continuación, ayunaron y se pusieron en oración toda la noche. Por la mañana, el santo sacerdote celebró la misa servida por el niño, pero en el momento de la comunión éste desapareció de repente, arrastrado por Satanás que permanecía al acecho. Sollozando, el sacerdote cayó a los pies de la Virgen María implorándola. Y la Madre del Rey de la gloria no la abandonó: el niño fue devuelto y tomó la comunión. Nuestra Señora lo había liberado. El diablo y sus demonios renunciaron a su decisión sin que nadie pudiera detenerlos en su huida.
Gautier de Coincy : Les plus beaux miracles de la Vierge, F. Lanore, Editeur, Paris, pages 77 ss