María se da como un ejemplo de la realización perfecta de la feminidad. A través de ella, Dios muestra a las mujeres el lugar especial reservado para ellas en la Iglesia. Lo que les corresponde es la caridad. El Ser mismo de Dios: ¡Dios es amor!
Esto no es algo de segunda elección. San Juan Pablo II nos ayuda a tomar conciencia de esta misión específica de la mujer: "Sobre todo hoy en día, contamos con la manifestación del genio femenino para reforzar la atención al hombre en cualquier circunstancia..."
¿Cómo no pensar en Teresa de Lisieux? (...) Ella quería ser todo: sacerdote, apóstol, mártir. Entonces el Señor la aclara con una luz interior que le trae paz y alegría: "Sí he encontrado mi lugar en la Iglesia (...) En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así seré todo ".
Si la vocación de todo ser humano es el amor, la mujer es responsable de un modo especial en el plan de Dios. Ella es la guardiana de la luz y del amor.
Emmanuelle Fournier
Dans Un rendez-vous avec Elle, Editions des Béatitudes, page 33