27 julio – Pío XII canoniza a Catalina Labouré ante 10.000 hijos de María vestidos de blanco (1947)

Fue llevada al paraíso en las manos de la Santa Virgen

Cuando la Santa Virgen envía un sufrimiento, es una gracia la que nos da, decía Sor Catalina Labouré, religiosa de San Vicente de Paul en París, a quien la Santa Virgen se le apareció en 1830.

Cansada por el trabajo y por la edad, el corazón se le fragilizó. Solo le quedaba una pena profunda: la Santa Virgen le había pedido hacer esculpir una estatua que la mostrara teniendo una esfera en las manos. Pero hasta ese momento sus confesores no habían querido tener en cuenta su solicitud. Ella le pidió entonces a la Virgen si debía dar a conocer “su secreto” a la Superiora; ella percibió un si en el fondo de su corazón y conto todo: su Superiora fue conquistada y pronto la estatua de la Virgen con la esfera fue realizada.

Sor Catalina a partir de entonces, espera con serenidad la muerte. Varias veces, ella previno a sus hermanas que no llegaría al año 1877. En efecto, el 31 de diciembre de 1876, hacia las siete de la noche, después de haber rezado las oraciones de los agonizantes con su comunidad, ella pareció súbitamente adormecerse. Luego se dieron cuenta que estaba muerta: su alma fue llevada al paraíso en las manos de la Santa Virgen. Nunca había visto una muerte tan calma y serena, dijo la Superiora.

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