Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias… Jesús hace notar la negligencia de los nueve leprosos mal agradecidos: “¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” (Lc 17,17-18).
María, nuestra Madre, después de haber recibido el anuncio del Ángel, dejó que brotara de su corazón un himno de alabanza y acción de gracias a Dios: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor…’. Pidamos a la Virgen que nos ayude a comprender que todo es don de Dios, y a saber agradecer: entonces, os lo aseguro, nuestra alegría será plena. Solo quien sabe agradecer experimenta una plena alegría.
El corazón de María, más que ningún otro, es un corazón humilde y capaz de acoger los dones de Dios. Y Dios, para hacerse hombre, la eligió precisamente a ella, a una simple joven de Nazaret, que no vivía en los palacios del poder y de la riqueza, que no había hecho obras extraordinarias.
Preguntémonos ?nos hará bien? si estamos dispuestos a recibir los dones de Dios o si, por el contrario, preferimos encerrarnos en la seguridad material, en la seguridad intelectual, en la seguridad de nuestros proyectos.
Papa Francisco: Homilía del Jubileo Mariano, 9 de octubre de 2016