Entre todos los homenajes que podemos ofrecerle a Nuestra Madre, yo sostengo que ninguno le agrada tanto como el de que recurramos con frecuencia a su intercesión y le pidamos su ayuda en todas nuestras necesidades particulares, como recibir o dar consejos, en los peligros, en las penas y en las tentaciones, especialmente en las que son contra la castidad.
La Madre de Dios nos librará ciertamente si recurrimos a ella con confianza, ya sea que acudamos a ella con el rezo de la oración, “bajo tu amparo nos acogemos”, o con el Ave María, o sólo con invocar el santísimo nombre de María, que tiene un poder especial para ahuyentar a los demonios.
El beato Santi, franciscano, acudió a María en una tentación impura, y la Virgen se le apareció al instante, le pudo la mano en el pecho y quedó libre de todo peligro. En semejantes casos es bueno besar el escapulario o el rosario, o tenerlos en la mano, o mirar y besar alguna imagen de la Virgen. Cabe recordar que a este propósito, el Papa Benedicto XIII acordó cincuenta días de indulgencia al que pronuncie los nombres de Jesús y de María.
San Alfonso María de Ligorio
En Las Glorias de María: Obsequio IX: Acudir frecuentemente a María