La Iglesia distingue dos tipos de revelación: la Revelación contenida en la Biblia e interpretada por el Magisterio de la Iglesia; la cual ya ha finalizado y a la que no podemos agregar nada más. Es lo que afirma el último libro de la Biblia, el Apocalipsis que significa “revelación”. El segundo tipo de Revelación, son las revelaciones “privadas”. Dios continúa a manifestarse de diferentes maneras.
Las apariciones no modifican en nada el Credo. Pero ¿son realmente útiles? Pueden ser útiles en la medida en que los mensajes confirmen o subrayen la profundidad de los misterios de la fe. Por ejemplo, cuando la Virgen María se apareció en 1858 en Lourdes, presentándose como “La Inmaculada Concepción” título que había sido proclamado como dogma cuatro años antes en el documento del Papa Pio IX Ineffabilis Deus.
El mismo fenómeno se produjo con la definición de la Asunción en 1950: cuando se disponía a proclamar este dogma, el Papa Pio XII tuvo una visión en los Jardines del Vaticano. Él mismo narra esta visión en una nota manuscrita que el vaticanista italiano Andrea Tornielli dio a conocer en febrero del 2008.