En la gruta la luz aumenta cada vez más. Los ojos no pueden soportarla. En ella, como absorbida por un velo de luz incandescente, la Virgen desaparece, la Madre emerge. (...) Veo a María con su Hijo recién nacido en sus brazos (...).
José, como en éxtasis, rezaba con la intensidad de quien hace abstracción de todo cuanto le rodea, y entre los dedos de sus manos con las que se cubre la cara, ve que se filtra una luz extraña, se descubre el rostro, mira hacia arriba, se da la vuelta. El buey de pie le impide ver a María, pero ella lo llama «José, ven.»
José acude y se detiene frente al espectáculo paralizado de reverencia, cae de rodillas. Pero María insiste: "Ven, José. "Ella apoya la mano izquierda sobre el heno y sosteniendo con la mano derecha al niño que arrulla en su pecho, se levanta y va hacia José que camina vacilante atrapado entre el deseo de avanzar y el temor de cometer una falta de respeto.
A los pies del lecho los esposos se encuentran y se están viendo con lágrimas de felicidad. «Ven», dijo María, «ofrezcamos a Jesús al Padre.»
Maria Valtorta
L’Evangile tel qu’il m’a été révélé, (El Evangelio, tal como me ha sido revelado, tomo 1) Diffusion Pierre Téqui, Paris