Una familia del Valle de Aosta (Italia) viene cada año a pasar las vacaciones a Roma, viene frecuentemente a cenar al restaurante “El agua viva”. En 1982, en tiempo de Navidad, una noche estaban ahí, cuando después de cenar, quisieron ir a ver a los cocineros para agradecerles. El pequeño belén expuesto en un rincón de la cocina, atrajo particularmente la atención de Andrés, un niño de siete años. Los cocineros no pudieron resistir al deseo del niño y le pusieron inmediatamente al Niño Jesús entre los brazos.
Las vacacione siguientes, la mamá vino a vernos y nos contó: “¿Saben que el Niño Jesús de Andrés nos transformó? Cada noche; Andrés quería que toda la familia se reuniera en su dormitorio alrededor del Niño Jesús para cantarle el Ave María de Lourdes “como en El Agua viva”, nos dijo.
Un día, el sacerdote de nuestra parroquia llegó a bendecir nuestro chalet de montaña. Andrés, por supuesto, lo llevó inmediatamente junto a su Niño Jesús y juntos cantaron el Ave María. Desde ese día, el sacerdote se ha convertido en amigo de la familia. Con su amistad hemos reencontrado el camino de la Iglesia que habíamos abandonado mi marido y yo desde hacía quince años.
En Le Sillon Missionnaire (El Surco Misionero) (1983)