Según el canónigo Fayard, historiador de Velay, un 11 de julio del siglo III, la Virgen se le apareció sobre un dolmen de Puy en Velay a una viuda que sufría de una fuerte fiebre. La Madre de Dios le pidió a la mujer que fuera al Monte Anís, llamado también roca Corneja, y le pidió que se tendiera sobre la losa megalítica. La viuda se levantó de ahí curada. La Virgen le pide, entonces, que se le construya allí una iglesia, la cual luego deviene uno de los más antiguos santuarios dedicados a la Madre de Dios. Después de una segunda intervención milagrosa de la Virgen María, San Vosy, evangelizador de Velay, hizo construir la primera iglesia, a finales del siglo V, después de pedirle consejo al Papa quien le da ánimos. Scutaro, un joven senador romano, será el arquitecto de este santuario muy pronto frecuentado, por piadosos peregrinos, tal como lo indica en el 591 un texto de San Gregorio de Tours. Carlomagno y numerosos reyes de Francia, vendrán aquí a confiarse a la Virgen negra. En 1051, en una Bula dirigida a Pierre de Mercoeur, el Papa San León IX subraya la importancia de la peregrinación: "En este santuario del Monte Anís, la Bienaventurada Virgen María recibió un culto muy especial y filial de honra, veneración y amor de la mayor parte de los fieles de toda la Galia."