No puede uno cansarse de admirar, Trinidad santa, la resplandeciente manifestación de vuestra infinita Grandeza, Sabiduría y Amor. Nuestra pobre inteligencia humana, nunca hubiera podido soñar tal Redención, nuestros corazones jamás se hubieran atrevido a creer en un Amor semejante! En el asombro y el arrebato de vuestra luz, no me canso de admirar vuestra obra inefable. ¡Oh, mis Tres Bienamados! Para cantar "gracias", me uno a todos los ángeles y a todos los santos, y ante todo a mi dulce y querida Madre, pues ellos ven y comprenden lo que nosotros apenas balbuceamos. Y a ti, Jesús, toda mi “gratitud”, todo mi reconocimiento y mi amor, por vuestra divina Eucaristía, centro de toda economía sobrenatural, hacia la cual todo converge y de donde se extiende en sobreabundancia la Vida; una Vida renovada sin cesar. ¡Gracias a ti Virgen María, cuyo Fiat indispensable nos hizo merecedores de tan sublime realidad!