9 de mayo – Italia: Nuestra Señora del Bosque (1607)

¿Qué culto debemos rendirle a María?

© Shutterstock/Marco Iacobucci Epp
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La veneración a María se fundamenta en la dignidad de Madre de Dios y en las consecuencias que de ella se derivan.

En efecto, nunca podremos estimar demasiado a aquella a quien el Verbo encarnado venera como a su Madre, a quien el Padre contempla con amor como a su Hija amada y a quien el Espíritu Santo considera como su templo predilecto. El Padre la trata con el máximo respeto enviándole un Ángel que la saluda como llena de gracia y le pide su consentimiento a la obra de la Encarnación a la que quiere asociarla tan íntimamente; el Hijo la venera, la ama como a su Madre y le obedece; El Espíritu Santo entra en Ella y se complace en Ella.

Al venerar a María, nos asociamos, pues, a las tres Personas divinas y estimamos lo que ellas estiman.

Sin duda, hay excesos que deben evitarse, en particular todo aquello que tienda a igualarla a Dios, a convertirla en fuente de gracia. Pero mientras la consideremos como criatura, que no tiene grandeza, ni poder sino el que Dios le confiere, no hay exceso que temer: es a Dios a quien veneramos en Ella.

Esta veneración debe ser mayor que la que tenemos por los ángeles y los santos, precisamente porque por su dignidad de Madre de Dios, por su función de mediadora, por su santidad supera a todas las criaturas. También su culto*, aunque es un culto de dulía y no de latría, se llama con razón culto de hiperdulía, siendo superior al que se rinde a los ángeles y a los santos.

Adolphe Tanquerey: Resumen de teología ascética y mística, 10ª edición, Desclée et Cie, 1928, 1ª parte, cap. II, párrafo. 163 a 169, págs. 113-119.

http://www3.sympatico.ca/i.k/devotionSV.html

*El culto de la dulía es el que se rinde, en la Iglesia Católica, a los ángeles y a los santos. El culto a la Virgen se llama hiperdulía.

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