1 de mayo– San José obrero

José, de linaje real, acogió la condición de los humildes.

© Shutterstock/SerFF79
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Hay razones para que los hombres de toda condición y país se encomienden y se confíen a la fe y al cuidado del bienaventurado José.

Los padres encuentran en él la personificación más bella de la vigilancia y solicitud paternal; los esposos, ejemplo perfecto de amor, de acuerdo y de fidelidad conyugal; las vírgenes tienen en él, al mismo tiempo que el modelo, al protector de la integridad virginal; para que los ricos comprendan por sus lecciones qué bienes deben desearse y adquirirse con todo el esfuerzo.

En cuanto a los obreros, a las personas que trabajan en condiciones difíciles, tienen un derecho especial de dirigirse a José y proponer su imitación. José, en efecto, de linaje real, unido por el matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado como el padre del Hijo de Dios, ocupa sin embargo su vida trabajando y exige de su trabajo de artesano todo lo necesario para el mantenimiento de su familia. Es, pues, cierto que la condición del humilde no tiene nada de abyecta, y no sólo el trabajo del obrero no es deshonroso, sino que puede, si se le añade virtud, ennoblecerse grandemente.

José, contento con lo poco que poseía, soportó las dificultades inherentes a esta mediocridad de fortuna con grandeza de alma, a imitación de su Hijo que, después de haber aceptado la forma de esclavo, él, Señor de todas las cosas, se sometió voluntariamente a la pobreza y a la falta de todo.

Papa León XIII! Encíclica Quamquam pluries, 1889

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